Paro de profesores universitarios: entre la dignidad y la mezquindad

Que los educadores de las universidades públicas tengan que dejar las aulas para salir a la calle a exigir y defender derechos inherentes a su alta investidura, es un síntoma inequívoco de mezquindad de quienes pudiendo haber evitado esto, no lo hicieron.

El siglo XXI debería ser para Venezuela, el siglo de las luces, del conocimiento, la innovación y el desarrollo científico y, en consecuencia, del desarrollo humano. Es absurdo que entrada ya la segunda década estemos, el país en general, y los educadores en particular, en una sórdida lucha por unos derechos y unos beneficios que en modo alguno son un lujo para nadie. Exigirle más y darle menos a un trabajador, es un insulta a su dignidad humana. Y cuando se trata de un profesor, sobre cuyos hombros recae la sublime tarea de educar y formar las generaciones que han de mantener y mejorar el rumbo de la nación, el asunto se torna escandaloso.

Para alzar su voz, los profesores de las universidades autónomas del país, han paralizado las actividades académicas en los recintos universitarios. Esta es la forma de protesta ante las dilaciones que el gobierno ha dado a sus solicitudes reinvidicativas. Se sabe que las universidades tienen un fuerte déficit presupuestario desde hace varios años y que, tal vez, sea una estrategia de asfixia que se le está aplicando al sector. No faltará quien afirme que este paro es golpismo y sabotaje.

Es absurdo que en el siglo XXI pasemos por esta crisis. Deberíamos estar ocupados en inventar y crear, no en luchar. Y los poderosos no terminan de entender que de esta "pelea" nadie sale ganador. ¿Por qué gastar horas-hombre en las calles manifestando por un derecho consagrado en la Constitución de la República? ¿Por qué gastar talento y energías en redomas o semáforos para lograr la atención que debemos tener sin necesidad de pedirla, sin tener que pelearla?

¿Qué piden los profesores universitarios? Aumento salarial del 100% con retroactivo desde el 1ero de enero de 2012 con aplicación de las Normas de Homologación que rigen los aumentos salariales para el personal profesoral universitario. Todo ello enmarcado en un presupuesto digno para las universidades e incremento de las becas estudiantiles. No es una limosna lo que piden, sino un derecho lo que reclaman.

¿Por cuánto más la educación universitaria de mi país se tambaleará entre el orgullo mezquino de unos y la dignidad profesional de otros? Mientras unos defienden sus derechos, otros se empeñan en ser arrogantes e indiferentes. La vida nacional sigue su curso a trompicones, entre políticos mediocres y auténticos patriotas. ¿Durante cuánto más nos moveremos entre la tirantez de la arrogancia de unos y el clamor permanente de progreso de otros? ¿Acaso los poderosos no han aprendido que con altivez se involuciona?

No podemos seguir sumergidos en este oscurantismo. No es así como se avanza. No es esta la forma correcta de progresar. No es este el modo de hacer próspera a una nación. Si no se rectifica, entonces esto no es revolución.

La sensatez y la racionalidad dictan que esta crisis sea resuelta por los medios más apropiados y en el menor tiempo posible. El gobierno debería atender las solicitudes, evaluarlas y dar una respuesta rápida, que no supere el mes. Si honestamente al gobierno le preocupa la educación de Venezuela, esta crisis debería abordarla con tacto y premura. No hay tiempo para perderlo en un conflicto innecesario, mientras miles de estudiantes esperan avanzar en sus estudios. Ojalá que de las mesas de negociación sí avancen a buen ritmo.

Ninguna nación progresa si desatiende la educación. De muy poco servirá ser el país con las reservas probadas más grandes de petróleo en el mundo si, como sociedad, seguimos considerando a la la educación como un aspecto secundario. No es la economía, la política o el militarismo lo que nos hará fuertes y prósperos. No es la riqueza material el motor de desarrollo, sino la educación la locomotora capaz de jalonarnos a ritmo sostenido. Con una educación de calidad, tendremos garantizado todo lo demás, porque estaremos preparados para afrontar los desafíos que se nos presenten a lo largo de nuestra historia.

Entiéndase bien: la piedra angular del desarrollo es la educación.

Si el país, concretamente el Estado, no trata y no valora suficientemente al talento de los educadores, difícilmente lograremos remontar la enorme cuesta que tenemos con la crisis sociocultural que nos ha traído hasta aquí. Por mucha vocación que un docente tenga, por mucho que ame su profesión y por muy estoico que sea su carácter, llegará el momento en que su rendimiento y la calidad de su trabajo, decaigan. Y así, unos terminarán invirtiendo su talento, su experiencia y sus energías en otras áreas para las cuales no se formaron. Y, lo peor, otros, tal vez menos preparados y menos comprometidos con el acto educador, vendrán a ocupar los puestos que, al final, también dejarán vacíos porque descubrieron que educar es un esfuerzo inútil.

Educar es avanzar. No hay opción.

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